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Traductor técnico, científico, literario y audiovisual; revisor, redactor, copy, profesor, presentador, locutor, intérprete, ponente, consultor… pero también fotógrafo, bloguero, escéptico, gastrónomo, activista lingüístico, tercerculturista, coleccionista de «inculteces», padre, marido, gallego de nacimiento, madrileño de adopción…

Con toda probabilidad, el traductor más mediático del país. Desde hace tiempo, uno de los profesionales más inquietos del sector de la comunicación. A partir del mes que viene, colaborador de NAKOM como instructor de nuestros nuevos cursos para traductores.

Hemos querido conocer un poco más a Xosé Castro y pedirle que nos presente los tres cursos que impartirá en NAKOM en 2011. También aprovechamos la oportunidad para comentar con él la actualidad de la industria.

NAKOM: Xosé, buenos días.

Xosé Castro: ¡Buenos días!

N: Empezamos hablando del Curso de consejos informáticos para traductores . En este taller se facilitan consejos informáticos para trabajar con más comodidad y rapidez; también se presentan aplicaciones gratuitas, sitios web de recursos, cuestiones de reputación virtual y foros de debate. ¿Podrías darnos un par de ejemplos del tipo de trucos o recursos que ofreces?

X: Sí, claro. Hay varios consejos fundamentales sobre nuestra imagen profesional a través de internet: tenemos que separarla muy bien de nuestra imagen personal. Hay gente que arrastra cuentas, perfiles y direcciones electrónicas desde su adolescencia, y hay que saber dejarlas atrás o limitarlas, como hacíamos con la ropa de aquella época. Si no te presentas a una entrevista de trabajo con chancletas y una camiseta de Justin Bieber, tampoco puedes ofrecerte como profesional con una dirección de Hotmail, y si antes de la arroba aparecen apodos como chavalote86 o hada_curiosa90, necesitas un cambio de imagen urgente.

Uno de los consejos tiene que ver, precisamente, con el «mundo analógico» que hay más allá de nuestros ordenadores. Muchos traductores no ven mucho más allá de internet, y es realmente importante documentarse acudiendo a las fuentes orales y no tanto a los diccionarios, a las personas y no a los glosarios. Aun así, podemos usar internet para encontrarlos. Algo tan sencillo como buscar listas de discusión sobre un tema específico resulta más práctico que encontrar glosarios sobre ese tema. Una conversación de media hora (o un chat o un intercambio de mensajes) con un experto en una materia vale por mil glosarios.

Por otro lado, hay una serie de combinaciones de teclas que aumentan notablemente el tiempo productivo delante del ordenador, y conviene saberlas. Manejar la tecla Windows u otras de uso común (como ALT+TAB) resulta fundamental para una persona que pasa horas delante del ordenador.

N: Otro de tus cursos, el de Ortotipografía española aplicada para traductores y correctores, está dedicado a resolver las dudas más frecuentes de traductores y correctores sobre puntuación, ortografía, tipografía y presentación del texto en español. Nos gustaría saber si el curso incluye las recomendaciones y nuevas normativas de la RAE presentadas recientemente.

X: Necesariamente, tenemos que hablar de las nuevas recomendaciones ortográficas, y también tenemos que ver cuál es su origen y el porqué. Este curso surge porque la ortotipografía suscita muchas dudas entre los redactores, periodistas y traductores. A diferencia de otras épocas, ahora nuestros textos se publican directamente con solo pulsar un botón y, muchas veces, no pasan por las manos de un corrector ni de un tipógrafo. Al igual que la ortografía, la tipografía tiene unas normas y siglos de tradición, pero desconocemos algunas de las más básicas.

N: En este artículo de RTVE hemos podido leer tus opiniones acerca de las nuevas reglas. ¿Cuáles te parecen las cuestiones más urgentes que debería abordar la RAE en sus próximas actualizaciones?

X: Sobre todo, cuestiones de ortografía técnica, usos de cursiva e iniciales mayúsculas. Son tres de los aspectos que más dudas suscitan.

De todos modos, hay un cambio de paradigma que debe vigilar: a finales del XIX, la lengua que más influía en el español y aportaba neologismos era el francés, una lengua romance. Hoy en día, mantenemos un estrecho contacto —un idilio, casi diría yo— con la lengua inglesa y la cultura estadounidense. Esto está modificando nuestra manera de ver el texto, la ortografía y la sintaxis. Por ejemplo, en los últimos veinte años, se ha multiplicado el número de objetos cotidianos contables que nominamos con siglas tomadas del inglés: CD, DVD, GPS, ONG, CPU, USB… En teoría, no forman plural (debemos escribir «los CD»), pero la gente está adoptando la forma anglicada y escribe «los CDs».

La Academia debe observar estos cambios y orientar al hablante sobre la idoneidad de aceptarlos o no. Por otra parte, creo que, en aras del panhispanismo, está tomando decisiones algo atropelladas sobre acentuación y puntuación.

N: El tercero de tus cursos tiene como título Errores comunes en la traducción de inglés a español y tiene como objetivo mejorar el estilo en las traducciones del inglés y detectar las continuas trampas, vicios y errores recurrentes en los que caen los traductores de esta lengua. ¿Qué métodos puede emplear un traductor para no instalarse en estos vicios?

X: Practicar metódicamente la lectura, el pensamiento y la escritura en español; tener muy presente en todo momento quién es el destinatario de sus textos: el hispanohablante.

Con el paso de los años, he comprobado que los traductores —y especialmente los de inglés— caemos a menudo en un vicio algo endogámico: creemos que nuestros lectores saben más inglés del que realmente saben. A veces, estamos tan acostumbrados a pensar en inglés, español y spanglish, que olvidamos que hay acepciones incorrectas de ciertas palabras (llenas de significado para nosotros, a fuerza de oírlas) que no tienen sentido o tienen un significado distinto para muchos millones de hablantes: requerimiento, eventual, escenario, señor de la guerra, confrontar, consistente, remover, postular…

N: ¿Qué prácticas utilizas para cuestionarte continuamente tus soluciones y estar contacto con la «lengua viva»?

X: Procuro emplear lo mismo que recomiendo: leer textos redactados en español —no traducciones, aunque la lectura de traducciones también es instructiva— y hacer especial hincapié en repensar mi traducción en el idioma de destino.

N: ¿Qué tipo de formación te habría gustado recibir al iniciar tu carrera como traductor, allá por los noventa?

X: Yo no estudié traducción sino Geografía e Historia, aunque si hubiera sido así (me formé de manera autodidacta), habría echado en falta asignaturas tales como Documentación (pero aplicada a documentación electrónica) o Informática aplicada a la traducción. Hoy en día, fantaseo con que exista una asignatura llamada «Neología y Etimología», que consistiría en el estudio del griego y el latín aplicado a la traducción. Hace poco, una colega me dijo que no sabía por qué le habían «obligado» a estudiar latín en la facultad, si ella acabó siendo traductora de inglés. Por eso creo que es necesaria esta asignatura, para que los traductores no digan cosas así.☺

N: ¿Qué carencias (académicas o laborales) más significativas detectas en los traductores egresados de las actuales promociones?

X: En general, la formación es buena, si bien depende de las facultades y de los alumnos, pero, sin lugar a dudas, hay una carencia de formación profesional. Esta carrera, a diferencia de otras, es eminentemente práctica: la mayoría de los traductores en el mundo son trabajadores por cuenta propia, y por eso debería haber más prácticas en empresa, más colaboraciones con el mundo profesional y más preparación para la vida empresarial (asesoría jurídica, cuestiones tributarias, promoción, venta…). Muchas universidades y profesores universitarios viven de espaldas al mundo profesional.

N: En varias ocasiones has hablado del activismo lingüístico en el sentido de hacernos responsables de la mejora de las condiciones de nuestro trabajo. A finales del año pasado vimos como una de las mayores agencias de traducción del mundo imponía unilateralmente un descuento a todos sus proveedores. Considerando que esta empresa tiene beneficios y es un agente cada vez más influyente en la industria, parece un signo ominoso del futuro que nos espera, en cuanto al reconocimiento y dignidad de la profesión. ¿Qué podemos hacer para hacernos valer en términos de tarifas y reconocimiento?

X: Creo que reparamos mucho en ese caso y poco en otros muchísimos más importantes para un traductor. Me explico: esa empresa, por ser privada, puede imponer lo que quiera a sus empleados y proveedores externos; es opción del traductor el aceptarlo o no.

Por ejemplo, a mí me impresiona más que muchas agencias exijan a sus traductores (ahí no decimos que «impongan unilateralmente») el uso de determinados programas, que cuestan cientos o miles de euros y horas de aprendizaje. Y son muchos los traductores que, paradójicamente, aplican unas tarifas iguales a las de colegas que no han invertido ni tiempo ni dinero en herramientas de trabajo ni en capacitación.

De hecho, a título particular, me preocupan más las decisiones colectivas de traductores que de las empresas. Cuando yo hablo del activismo, hago recaer todo el peso sobre los traductores. Conozco bastante bien el negocio audiovisual y editorial y es preocupante ver cómo las malas traducciones triunfan sin que el colectivo de traductores eleve su queja. Si una traducción mala se vende como churros —y hay casos impresionantes—, la empresa que la encargó (editorial, productora…) llegará a la correcta conclusión de que no vale la pena pagar buenos traductores. Nosotros tenemos mucho que decir al respecto. Hagámoslo.

N: Otro de los temas obligatorios al hablar del sector en este momento es la traducción automática. Las empresas tecnológicas siguen presentando iniciativas cada vez más futuristas en apariencia (world lens o android conversaciones), pero los profesionales somos muy conscientes de sus limitaciones. ¿Cómo ves el futuro de la traducción automática y su influencia sobre la profesión?

X: Estamos viviendo un auge de la traducción automática o, más bien, un segundo auge, tras el de los noventa, pero esta vez más efectivo, y yo lo veo como una consecuencia natural de la globalización de las comunicaciones. Yo ya empecé a trabajar de corrector de traducciones automáticas en los noventa, haciendo eso que ahora llaman incorrectamente «postedición» (un calco del inglés, por cierto), y sacaba bastante dinero.

El peso de la responsabilidad recae de nuevo en nosotros, como grupo profesional: ¿cómo vas a cotizar tu trabajo? Una revisión de una mala traducción (sea de máquina o de humano) nunca podrá ser mejor que una buena traducción.

N: ¿Crees que se popularizará la figura del operador o «posteditor» que simplemente da una pátina de comprensibilidad a textos traducidos por programas? En ese caso, ¿qué áreas quedarán reservadas para el traductor de carne y hueso?

X: Nosotros no tenemos responsabilidad solo como traductores, sino como usuarios, compradores, lectores, espectadores… Si seguimos sin quejarnos por las malas traducciones —como decía antes— las empresas acudirán a la traducción automática, por ser más económica y sí, viviremos una época de traducciones automáticas chapuceras.

Si las universidades siguen licenciando a traductores que salen asustados ante las perspectivas laborales, sin formación profesional, atemorizados por algunos profesores que les decían que iban a engrosar las filas del paro… tendremos a voluntariosos y baratos «posteditores» que trabajarán al grito de «¡Experiencia a cualquier precio!» como, de hecho, está pasando ahora.

Creo que aquí, como en otras ocasiones, confundimos al culpable: la tecnología. Estos mismos comentarios se hicieron cuando apareció el ordenador personal… y con las memorias de traducción… y con internet. Si pensamos en positivo, veremos que la traducción automática va a llevar a muchas empresas a plantearse algo que no habían concebido antes: traducir sus productos a muchos idiomas (algo que no habrían hecho nunca antes) y, en ese proceso, no solo van a poder triunfar con un traductor automático. Desde mi punto de vista, va a haber también muchísimo dinamismo en el mercado, como pasó con cada uno de estos avances tecnológicos que acabo de citar.

N: En 2010 nos dejó uno de los grandes de la traducción en España: el escritor, traductor y académico Valentín García Yebra, Premio Nacional de Traducción en 1998. Sus traducciones de autores clásicos son parte de su valioso legado. En el pasado, era relativamente común que los autores célebres tuvieran traductores dedicados, que los conocían en profundidad y adaptaban toda su obra. ¿Alguna vez has leído un libro o visto una película motivado por el traductor?

X: Valentín García Yebra era un hombre sabio y, para muchos, fue un maestro. Y esto lo digo con especial cariño, por haberlo conocido y, porque, al ser autodidacto, sus libros supusieron para mí una experiencia que catapultó mi aprendizaje y mi apasionamiento por la traducción.

Sin duda, he leído libros por sus traductores: García Yebra, Savater, Borges, María Luisa Balseiro, Fernando Valenzuela, Miguel Sáenz, Carmen Gómez García, Alejandro Pareja… A veces, el autor me llevó al traductor y, en otras ocasiones, fue al revés. Recuerdo haber leído libros de joven y reparar en la traductora (en este caso, Balseiro), y buscar más libros traducidos por ella. Y recuerdo las traducciones que venían de Argentina en los años setenta, cuando no había tantos traductores aquí.

En el caso de las series o películas, aún es más patente. Saber quién la ha traducido me da garantías de calidad y, en consecuencia, sé que voy a disfrutar de una película sin extrañas interrupciones del mensaje. Me pasa con las traducciones de Lucía Rodríguez Corral, Josep Llurba o María José Aguirre de Cárcer, entre otros.

También hay libros y películas que he rechazado por sus traductores (o por sus dobladores), pero estos no los menciono.☺

N: El país está en pleno debate sobre los derechos de autor y la viabilidad de los nuevos modelos de negocio. La Ley Sinde ha hecho correr ríos de tinta y parece enfrentar a algunos autores con sus seguidores. Es un tema que afecta también a muchos traductores literarios, audiovisuales…. ¿Cómo te posicionas en este complicado debate?

X: Sería difícil de explicar en pocas palabras, porque hay muchos matices y argumentos populistas y comentarios fáciles, pero lo que está claro es que tanto el sector audiovisual como el editorial están cambiando, y productores, intermediarios, legisladores y ciudadanos tienen que empezar a adaptarse. De hecho, ya están llegando tarde al cambio.

El muro entre autor y lector/espectador se está desmoronando. Los canales de distribución, que antaño justificaban la existencia y los beneficios de muchos intermediarios, se están abaratando o desapareciendo como tales. La relación autor-comprador se está modificando. Es lógico que el sector se resienta y las grandes empresas (discográficas, productoras cinematográficas, distribuidoras, editoriales…) intenten no venirse abajo. Aun así, eso no justifica el asombroso argumento populista de «todo vale» y la comparación del pirata con Robin Hood. Paradójicamente, en esta reacción adversa —y natural— al canon y al control de descargas, salen perdiendo autores y traductores, entre otros.

N: ¿Qué modelo de negocio te parece más realista para proteger a los autores (y traductores) y aportar valor a los consumidores?

X: Pues el que ya se está dando en muchos países y contextos: un modelo en el que haya una reducción de los precios consecuente con la de los costes de producción y distribución, un pago por uso y algo que ya se da en otros contextos comerciales: el modelo Spotify, Playstation TV, Google TV, Blurb.com o la App Store de Apple.

N: Una última pregunta, volviendo al tema de la formación para traductores. ¿A qué curso de traducción asistirías como alumno?

X: Cualquiera que implica una actualización de conocimientos, porque este sector van paralelo al tecnológico. Me interesa mucho el curso de Uso avanzado de Firefox para traductores, que impartirá Alicia Martorell.

Muchas gracias Xosé, nos vemos el mes que viene en NAKOM

Consulta aquí todos los cursos que componen la oferta formativa de NAKOM para los primeros meses de 2011

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